Federico García Lorca no se
anduvo por las ramas a la hora de opinar sobre la fiesta de los toros, sobre
la que dijo: «El toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España,
increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido
principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos
sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros
es la fiesta más culta que hay en el mundo».
El gran poeta granadino era un gran aficionado y la defendió siempre de los
ataques de los que la calificaban de bárbara y de inculta. A los anales de la
poesía ha pasado su ‘Llanto por Sánchez Mejías’ cuando a éste lo mató el toro
‘Granadino’ en Manzanares el 11 de agosto de 1934. Ignacio Sánchez Mejías fue
un torero intelectual que alcanzó más fama por sus actividades fuera de los
ruedos que en ellos. Autor de varias obras teatrales, e incluso presidente del
equipo de fútbol del Betis, por sus inquietudes literarias estuvo muy unido a
la intelectualidad de la época y su muerte y los versos de García Lorca y
también de Alberti le proporcionaron una fama que no se correspondía con sus
logros delante del toro, aunque fue un torero valiente.
Rafael Alberti: torero por un día. Su amistad con muchos poetas y artistas dio
margen a que Rafael Alberti viera satisfecha una de las ilusiones de su vida:
la de ser torero por un día. El genial poeta portuense fue siempre un gran
aficionado, pero le faltaba ‘sentirse’ torero y el 14 de julio de 1927 se
vistió de luces e hizo el paseíllo en la cuadrilla de Sánchez Mejías en la
plaza de Pontevedra. Como es natural, no se puso delante del toro, pero él
contaba la experiencia y recordaba que «con cierto encogimiento de ombligo
desfilé por el ruedo, entre sones de pasodobles y ecos de clarines».
En la obra de Alberti figuran numerosas poesías taurinas. Durante su exilio en
América asistió a todas las corridas que pudo y tuvo una gran amistad con Luis
Miguel Dominguín al que en Venezuela le escribió:
Vuelvo a los toros por ti,
yo, Rafael.
Por ti, al ruedo
¡Ay con más años que miedo¡
Luis Miguel.
¡Oh, gran torero de España¡,
¡Que cartel¡
que imposible y gran corrida,
la más grande de tu vida,
te propongo, Luis Miguel.
tú, el único matador,
rosa picassiano y oro;
Pablo Ruiz Picasso, el toro,
y yo, el picador.
Rafael Alberti diseñó el último traje de luces que vistió el torero madrileño
e incluso pintó el cartel de una corrida que toreó en Belgrado. Y si Alberti
fue torero de ocasión, el director teatral Salvador Távora lo fue de verdad y
figuraba en la cuadrilla del rejoneador Salvador Guardiola en la trágica tarde
en que este murió al ser cogido en el coso taurino de Palma de Mallorca.
Pero la admiración por el arte de torear y la devoción hacia determinados
toreros ha sido algo consustancial no sólo en poetas y pintores, sino también
en políticos. Cabe recordar la obra pictórica de Goya, un apasionado de la
fiesta. Y en cuanto a políticos se cuenta que a finales del siglo pasado, en
el transcurso de una recepción en el Palacio Real, Cánovas del Castillo
recibía a los invitados con un saludo protocolario, hasta que llegó Rafael
Guerra ‘Guerrita’, al que abrazó con efusividad y al que dedicó palabras
encomiásticas. Al día siguiente, fueron a transmitirle las quejas del obispo
de Madrid-Alcalá que consideraba inadecuado el recibimiento a un torero y el
excepcional político malagueño le dijo: «Yo, de un plumazo, puedo hacer un
obispo, ¡pero a ver quién es capaz de hacer otro ‘Guerrita’!».
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