En el selecto sanedrín taurino del Abba Madrid, donde Guillermo Fuentes reúne a pocos y escogidos aficionados y no los bocazas de siempre, se dijo que ahora faltan toreros de escuela, que dejen a los jóvenes ese testigo que las anteriores generaciones se han ido pasando unas a otras y que se llama tauromaquia clásica.
Con Luis Francisco Esplá creíamos que se iba el último clásico, el que recogió el testigo de Antonio Bienvenida. Por fortuna ya tenemos a quien seguirá impartiendo clasicismo y torería. Se llama Javier Castaño.
En el último toro de una tarde que, excepto la firmeza del propio Castaño para exprimir las imposibles embestidas del tercero, transcurría en el mismo tono gris opaco y triste de esta feria, el torero salmantino encendió la plaza en un tercio de varas antológico. Javier y su picador Tito Sandoval se pusieron de acuerdo para resucitar una suerte devaluada por los intereses mezquinos del nuevo taurinismo.
Y de paso lucieron a Flamenco, de Carriquirri, de 633 kilos y al que Castaño fue dejando de largo hasta el cuarto puyazo que el toro tomó arrancándose del centro del ruedo. Qué emoción y que torería. Un tercio de varas que vale una feria, amigo.
En la muleta Javier Castaño se plantó firme y cruzado para engarzar los derechazos sin mácula y los naturales en los que soportó los derrortes del toro. Un pinchazo hondo y un descabello con torería liquidaron al toro. Por muchísimo menos se han cortado aquí orejitas de risa. El torero se tuvo que conformar con la vuelta al ruedo.
Frascuelo a sus 64 años pasó con dignidad ante su lote. Garibay no tuvo fuelle para soportar la embestida del quinto, un tren, que en otras manos serviría para formar un alboroto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario